jueves, 16 de junio de 2011

EL VALOR DE LOS NÚMERO

LECTURA DE REFLEXIÓN: EL VALOR DE LOS NÚMERO

Una tarde, en el mundo de la matemática, donde todo es exacto, comenzó una gran discusión porque cada número quería demostrar que era mejor o más valioso que los demás. Yo soy más importante decía el número uno- porque para todo soy el primero.

No -decía el numero dos- yo soy el mejor, porque para que haya vida se necesita una pareja, y sin mí, no existiría nadie. El número tres riéndose de sus compañeros dijo: yo represento la Santísima Trinidad y por tal responsabilidad, nadie puede negar que soy el más importante.
El número cuatro, enseguida, quiso demostrar su gran importancia y nombró sillas, mesas, camas, animales y todas las cosas que tienen cuatro patas, además de las cuatro estaciones del año que sin él no podían existir.

La discusión se hacía cada vez más fuerte y algunos números que al principio no querían intervenir, terminaron por defender su valor diciendo: Cinco dedos tienen las manos, cinco dedos tienen los pies, son cinco los sentidos, ¿qué sería de los hombres sin mí?, dijo evidentemente el cinco.

Entonces, el seis sin quedarse callado, dijo: Dios creó al hombre el sexto día, por lo tanto sin mí ninguno de ustedes serviría para nada. Mil disculpas, dijo el siete, si de eso vamos a hablar, tengan en cuenta que yo represento el séptimo día y fui declarado sagrado por el mismo Dios, ¿van a dudar de que soy el más importante de todos?

Todos se quedaron pensando por un momento, hasta que el número ocho, quien había permanecido en silencio y observando a los demás, dijo: esta discusión me parece muy absurda, pero si algo tengo que decir es que digan lo que digan, siendo yo mayor que ustedes, evidentemente tengo más valor.

Nuevamente los números se alborotaron y comenzaron a discutir; el nueve muy altanero, miró al ocho con aire de superioridad y dijo: Como todos ustedes sabrán, aquí termina la discusión ya que soy el mayor y más valioso de todos y ninguno de ustedes podrá cambiar eso.

Terminaba de hablar el nueve, cuando el cero muy serio y fastidiado por haber escuchado tantas tonterías juntas quiso hablar, ya iba a tomar la palabra cuando todos los números al verlo se pusieron a reír. ¿Qué nos vas a decir, acaso que eres el que vale más que todos nosotros? Le preguntaban riéndose y burlándose de él.

A pesar de sus burlas, el cero con mucha seriedad les dijo: Es bien sabido que no somos todos iguales y que tampoco tenemos el mismo valor, sin embargo, no creo que ninguno sea mejor que el otro, a pesar de que cada uno tiene sus propios motivos para sentirse orgulloso.

Entonces todos los números dejaron su actitud altanera y vanidosa y siguieron escuchando al cero que muy sabiamente continuó su discurso diciendo: Y si bien cada uno de nosotros tiene una gran importancia individualmente, unidos lo somos aún más, ya que mientras más nos unamos, tendremos más valor.

Entonces los números empezaron a juntarse unos con otros formando decenas, centenas miles y millares y realmente se dieron cuenta que  su valor aumentaba infinitamente.

Luego de cantar, bailar y divertirse, el cero muy contento dijo: Como todos han podido apreciar, yo sin su ayuda, no tendría ningún valor y es eso lo que me hace pensar que nuestra misión más grande es demostrar a los humanos, que son como nosotros los números, cada uno diferente y con distintos valores que los demás, pero ninguno mejor ni más importante que el otro y que si ellos se unieran como nosotros, también lograrían un mundo infinitamente feliz.

Una tarde, en el mundo de la matemática, donde todo es exacto, comenzó una gran discusión porque cada número quería demostrar que era mejor o más valioso que los demás. Yo soy más importante decía el número uno- porque para todo soy el primero.

No -decía el numero dos- yo soy el mejor, porque para que haya vida se necesita una pareja, y sin mí, no existiría nadie. El número tres riéndose de sus compañeros dijo: yo represento la Santísima Trinidad y por tal responsabilidad, nadie puede negar que soy el más importante.
El número cuatro, enseguida, quiso demostrar su gran importancia y nombró sillas, mesas, camas, animales y todas las cosas que tienen cuatro patas, además de las cuatro estaciones del año que sin él no podían existir.

La discusión se hacía cada vez más fuerte y algunos números que al principio no querían intervenir, terminaron por defender su valor diciendo: Cinco dedos tienen las manos, cinco dedos tienen los pies, son cinco los sentidos, ¿qué sería de los hombres sin mí?, dijo evidentemente el cinco.

Entonces, el seis sin quedarse callado, dijo: Dios creó al hombre el sexto día, por lo tanto sin mí ninguno de ustedes serviría para nada. Mil disculpas, dijo el siete, si de eso vamos a hablar, tengan en cuenta que yo represento el séptimo día y fui declarado sagrado por el mismo Dios, ¿van a dudar de que soy el más importante de todos?

Todos se quedaron pensando por un momento, hasta que el número ocho, quien había permanecido en silencio y observando a los demás, dijo: esta discusión me parece muy absurda, pero si algo tengo que decir es que digan lo que digan, siendo yo mayor que ustedes, evidentemente tengo más valor.

Nuevamente los números se alborotaron y comenzaron a discutir; el nueve muy altanero, miró al ocho con aire de superioridad y dijo: Como todos ustedes sabrán, aquí termina la discusión ya que soy el mayor y más valioso de todos y ninguno de ustedes podrá cambiar eso.

Terminaba de hablar el nueve, cuando el cero muy serio y fastidiado por haber escuchado tantas tonterías juntas quiso hablar, ya iba a tomar la palabra cuando todos los números al verlo se pusieron a reír. ¿Qué nos vas a decir, acaso que eres el que vale más que todos nosotros? Le preguntaban riéndose y burlándose de él.

A pesar de sus burlas, el cero con mucha seriedad les dijo: Es bien sabido que no somos todos iguales y que tampoco tenemos el mismo valor, sin embargo, no creo que ninguno sea mejor que el otro, a pesar de que cada uno tiene sus propios motivos para sentirse orgulloso.

Entonces todos los números dejaron su actitud altanera y vanidosa y siguieron escuchando al cero que muy sabiamente continuó su discurso diciendo: Y si bien cada uno de nosotros tiene una gran importancia individualmente, unidos lo somos aún más, ya que mientras más nos unamos, tendremos más valor.

Entonces los números empezaron a juntarse unos con otros formando decenas, centenas miles y millares y realmente se dieron cuenta que  su valor aumentaba infinitamente.

Luego de cantar, bailar y divertirse, el cero muy contento dijo: Como todos han podido apreciar, yo sin su ayuda, no tendría ningún valor y es eso lo que me hace pensar que nuestra misión más grande es demostrar a los humanos, que son como nosotros los números, cada uno diferente y con distintos valores que los demás, pero ninguno mejor ni más importante que el otro y que si ellos se unieran como nosotros, también lograrían un mundo infinitamente feliz.

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